La pandemia del COVID-19 no debería ser excusa para olvidarnos del problema ambiental al que nos venimos enfrentando desde hace ya algún tiempo. A inicios de año se dió a conocer que tras el brote del coronavirus en la provincia del Wuhan, China, gobiernos de diversas naciones relajaron sus políticas de protección al medioambiente, lo cual resulta “irracional, irresponsable y pone en peligro los derechos de las personas vulnerables”, de acuerdo con David Boyd, experto en derechos humanos. De acuerdo con Boyd, el cambio climático, la deforestación y el comercio ilegal de la vida silvestre aumentan el riesgo de futuras pandemias y son las personas que habitan en zonas con mayor nivel de contaminación atmosférica las que tienen mayor riesgo a sufrir una muerte prematura a causa del COVID-19.
Pero el confinamiento también ha demostrado que el camino hacia un planeta con aire más limpio es posible, así como trabajar y transportarnos de manera más saludable. Sobre todo, ha demostrado la necesidad de mantenernos sanos para evitar riesgos epidemiológicos.
El pasado mayo del 2020 la ONU publicó un manifiesto con 6 recomendaciones para una recuperación post-pandemia verde y saludable:
Proteger y preservar la fuente de la salud humana: la naturaleza
Invertir en servicios esenciales, desde agua y saneamiento hasta energía limpia en instalaciones sanitarias
Asegurar una transición energética rápida y saludable
Promover sistemas alimentarios saludables y sostenibles
Construir ciudades saludables y habitables
Dejar de usar el dinero público para financiar la contaminación
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